domingo, 13 de julio de 2008

Apostillas a "¿Qué es política?" de Hanna Arendt

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El vértigo: la conciencia produce vértigos. Todo lo que la conciencia produce nos acerca al borde de un abismo. Todos los días, todos los momentos suponen un comienzo. La conciencia de ello, de que algo comienza, nos abruma y nos seduce. Pero que todo comienzo consciente nos abrume y nos seduzca no es más que una reacción que nos pone en alerta. Nos alerta del peligro emocionante, de la belleza divina del ejercicio de la libertad. Este vértigo primero nos lo describió Pedro Salinas: “El hombre, en la orilla, tiembla.”

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Mientras planificamos lo que vamos a hacer, ello nos pertenece. Pero una vez comenzado ya forma parte de lo que pertenece a todos. A todos los que puedan contribuir a su desarrollo; de ahí que una vez que algo comienza, ya no sabremos jamás lo que de ello nos vendrá, lo que de ello surgirá, lo que de ello resultará. Esto también genera vértigo. Otro poeta, León Felipe, nos legó: “Oh, pobres versos míos,/hijos de mi corazón,/...”
Nada genera más vértigo ni más placer que el ejercicio de la libertad.

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La mejor imagen para explicar la naturaleza humana es la fábula del barón de Munchausen: “Otra vez quise saltar un pantano, y cuando me hallaba en mitad del camino, noté que era demasiado grande, o más de lo que yo había creído. Sin perder tiempo, volví grupa en medio de mi arranque, y caí en la misma orilla que acababa de dejar para tomar más distancia. Pero me engañé también esta vez y caí al lago, en que me hundí hasta el cuello. Allí habría perecido infaliblemente, si con la fuerza de mi propio brazo no hubiera tirado de mi coleta, sacándome a mí y a mi caballo, al que estrechaba fuertemente entre mis piernas”.
Los hombres son un producto de sí mismos: somos lo que decidimos hacer y esto es lo que más vértigo genera.
Aquél explorador que adentrándose en una isla desierta descubre, para su sorpresa, una huella humana. Esta sorpresa ya tiene como ingrediente fundamental el vértigo. Pero aún lo inesperado le aguarda: tras varios días de inspección por toda la isla, vuelve a la huella inicial y descubre, ahora para su admiración, que la huella era la de su propia pisada. Todo es lo que siempre fue, salvo que se opere el milagro, el milagro único de la libertad, el milagro único de lo original.
El hombre no existe. Existen los hombres. Los hombres inventamos el concepto “el hombre” y después establecimos que “el hombre” era y existía. Pero la invención de este concepto no es más que la ineficaz e impotente excusa para evitar el vértigo. “El hombre” nos tranquiliza, porque nos sacude responsabilidad, nos ciega y alimenta nuestras pesadillas transformándolas en sueños agradables. Pero ningún hombre puede engañarse a sí mismo a sabiendas. Finalmente, “el hombre” nunca cumple lo que promete: no nos sirve ni como refugio ni como consuelo. “El hombre” es la religión de los ilustrados desde la antigua Grecia y, como toda religión, sólo persigue subsistir recurriendo a sus magos, a sus taumaturgos, a sus supersticiones.

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La política es el hecho de lo diverso, el triunfo de los hombres frente a todos los dioses.
La familia es la primera invención que tiene por objetivo uniformar lo diverso, reducirlo en elementos menos numerosos, pero (magnífico encantamiento, embrujo y engaño) manteniendo la estructura de lo individual, del individuo humano, es decir, una familia funciona como si fuese un solo individuo, aunque realmente es un grupo de ellos. Para mantener la estructura algunos individuos miembros de la familia debieron ser aniquilados: las mujeres y los hijos. Ellos son las primeras víctimas del miedo al vértigo.

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La familia es el primer síntoma de la ruina y de la perversión de la política. Con la invención de la familia comienza la perversa aventura de “el hombre”. Por fortuna, los hombres no pueden ser destruidos por “el hombre” (que no es más que un flatus vocis). Los hombres sólo pueden ser destruidos por otros hombres –además, claro está, de por accidentes indeseados: por causas naturales o por sí mismos–. Aquí sobresalen las puntitas de las orejas de ese animal verísimo que es el vértigo que todos sentimos ante la aventura de comenzar y de no tener el control absoluto de lo que comenzamos.
Acostumbrarse a convivir con el vértigo es lo propio del héroe político. Mas probablemente el héroe político no sea recomendable ni para el mundo ni para sí mismo. Los héroes políticos generan líderes y esta es una de las fuentes de las que manan los totalitarismos.

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A pesar de su perversión la familia arraiga y crece, porque el mundo (algo creado por los hombres) no reserva ningún espacio para el individuo realmente diverso. El extraño, en su alteridad ajena a todos, nos amenaza, pero –y aquí está el mejor valor de Nietzsche– también nos seduce, porque es el requisito necesario para el ensanchamiento del mundo: los extraños obligan a crear en libertad, además de hacer salir el pus antipolítico cuando este se acumula bajo la piel del mundo. Así, todos los hombres desean establecer parentescos para no ser ajenos a todos: la familia nos fortifica, arraiga y crece siempre a costa de l’étranger. La política, el hecho de lo diverso, se traiciona a sí misma, se pervierte, crea la peor ficción de todas: en lugar de ser el hecho de la libertad, la política se convierte en la persecución del logro de la libertad, como si ésta no fuese ya, de hecho y de suyo, algo propio de todo individuo.

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Otra ficción: los teólogos y los filósofos que promueven “el hombre” hacen creer a los hombres que le deben a aquél el origen y la aplicación de la igualdad jurídica, cuando realmente ésta es el resultado necesario de la diversidad de individuos. Si lo que domina es “el hombre”, la igualdad jurídica no es un deseo, dado que ya existe la uniformidad real. Sólo cuando ésta no existe, es necesario aquélla.

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Que “el hombre” sea zóon politikón no significa otra cosa que los seres humanos somos quienes tenemos la posibilidad de vivir políticamente, en libertad, en diversidad compartida. En la esencia de “el hombre” no hay nada político, porque la esencia de lo político es el hecho de lo diverso, el vivir o convivir entre los hombres.

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Las religiones monoteístas fortificaron y formaron a “el hombre” a imagen y semejanza de su dios.

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Además de la familia, la otra monstruosa invención al servicio de “el hombre” es la historia universal y su eje central el concepto “humanidad”. La “humanidad” no existe como no existe “el hombre”, por tanto, ni hace, ni desarrolla, ni logra nada. Quienes hacen, desarrollan, crean, destruyen y fracasan o logran son los seres humanos individuales. Magnífico error sustituir la política por la historia universal.

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Para muchos la historia universal está esencialmente caracterizada por la necesidad. No puede ser de otra forma dado que la política está esencialmente caracterizada, es, de hecho, libertad. La única historia con sentido es la “historia de los seres humanos”, y, si es posible, contada por ellos mismos: nunca son suficientemente valoradas las autobiografías.

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La igualdad política es relativa, porque relativamente diversos son los seres humanos individuales. Para ganarse el estatus de ser humano libre es necesario actuar y hablar en libertad.

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Los asuntos políticos tienen lugar únicamente en el espacio que se abre entre dos o más seres humanos. A ese espacio es al que llamamos “mundo”.
En las salas de reuniones no cabe ningún ídolo, dado que ello acotaría la libertad, impidiendo su eclosión o tutelándola maliciosamente. El único coto posible a la libertad es el punto central original, el foco de la reunión: bien valdría una lámpara.

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El mundo y las cosas del mundo son lo creado, lo producido por los hombres, lo proyectado por los hombres, lo elaborado para cobijarlos, para darles sentido a sus vidas. El mundo y las cosas del mundo nos condicionan, nos afectan alegrándonos o entristeciéndonos, haciéndonos gozar o padecer. Los seres humanos tenemos el poder de destruir el mundo, de aniquilarlo y ello nos reduciría a la animalidad. Pero, en cualquier caso, no serían los hombres quienes destruirían el mundo –esto no es posible–, sino el propio curso del mundo, porque nadie conoce los derroteros que puede seguir algo una vez puesto en marcha.

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El mundo es el espacio de la libertad.

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Hoy día la pregunta por el sentido de la política tiene sentido desde que la escisión entre libertad y política es ancha (sobre todo evidente en los estados totalitarios). En la Antigüedad “libertad” y “política” eran términos sinónimos.

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El desarrollo tecnológico alcanzado hace que los hombres tengamos la preocupación de la responsabilidad, el vértigo que nos impone el sabernos poderosos hasta extremos insostenibles. Mas la política actual engendra diablos mucho más poderosos que los que pintaba Hans Memling y ya nadie cree en ningún Miguel Arcángel salvador de almas.

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Este mundo es nuestro.

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En la Antigüedad, lo político era lo creado en libertad. A partir de la Modernidad lo político ha pasado a significar y a parecer otra cosa. La política tiene ahora como cometido sostener a la sociedad, proteger su subsistencia y su libre desarrollo. La sociedad se ha terminado comiendo al pueblo, a la tribu, a la aldea, a la familia y ha devorado al mismo individuo. Por un extraordinario juego de analogías, la sociedad se ha convertido en el único individuo libre: he aquí la más temible perversión de la política: su suicidio.
El único desenlace posible es el siguiente: si finalmente la política no puede garantizar la vida, entonces no tiene sentido mantenernos con vida. Mas la situación es mucho más trágica de lo hasta aquí descrito, puesto que la marcha atrás no tiene cabida en la política: el mundo está hecho de tiempo, no de espacio.

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Todo esto es fácilmente pronosticable y visible simplemente haciendo los dos siguientes ejercicios: leer cualquier periódico e intentar buscar soluciones (a cualquier problema de calado internacional o nacional) diferentes de las practicadas de hecho. Ahora el vértigo se transforma en abatimiento. Mas un ser humano abatido no es un ser humano derrotado

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Sólo un milagro puede salvarnos, un milagro equivalente al de la existencia de la Tierra, al del origen de la vida, al de la aparición de la conciencia o al de la génesis de la autoconciencia. Los milagros son ocurrencias inesperadas, imprevisibles e inexplicables causalmente. De hecho, cada ampliación del mundo, cada sencillo ejercicio en libertad, cada acto político, cada nuevo comienzo, cada nacimiento es un milagro. Todo milagro que eclosiona interrumpe algo.

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Sólo los individuos somos capaces de obrar milagros, sólo nosotros tenemos este maravilloso y extraordinario don: la acción, comenzar por uno mismo una cadena. Así, el mero hecho del nacimiento de un individuo es ya, de por sí, un comienzo.

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Nos resulta incomprensible la definición de “libertad” como comienzo y ello porque nuestra tradición nos ha enseñado a pensar la libertad como sinónima del libre albedrío (el poder elegir entre dos opciones) renunciando perversamente a enseñarnos el auténtico sentido de la libertad, que no es otro que el hacer que las cosas sean de una determinada manera o de otra.

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En griego “archein” significa “comenzar” y “dominar”, “ser libre”. En latín “agere” significa “poner algo en marcha”, “desencadenar un proceso”.

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En el mundo de la libertad política es en el único en el que realmente podemos esperar un milagro.

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¿Cuál es el fin último que persigue hoy la política? Asegurarnos la vida.
Dado que los individuos no somos autárquicos, la política es necesaria en la medida en que es necesario diseñar el marco de convivencia.
Los individuos, en el ejercicio de nuestra libertad, perseguimos fines. La política es la que nos permite que persigamos estos fines en paz, y con tranquilidad y seguridad. El estado es quien tiene que posibilitar que esto ocurra y esto pretende llevarlo a cabo monopolizando la violencia, evitando así la guerra de todos contra todos.

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Aristóteles, con su definición del hombre como animal político, se refería a que el ser humano es el único ser que puede crear un mundo, un espacio político definido por la libertad de los miembros que lo delimitan. Sólo los seres humanos tenemos la posibilidad de hacerlo, lo que no quiere decir que tengamos que hacerlo necesariamente. De hecho, en la historia de los seres humanos lo que destaca es la escasa creación de espacios políticos, lo inusual de la política, su rareza.
La política tuvo lugar por primera vez en la pólis.

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No es que la “política” posibilite la “libertad”, es que “política” y “libertad” son lo mismo. En la antigua Grecia fue el ocio lo que permitió la pólis: sin el ocio que procuraban los esclavos y los laborantes no hubiera existido la pólis o, lo que es lo mismo, los griegos no hubieran dejado de ser bárbaros. La coacción y la violencia que los hombres libres oponían a los esclavos y los laborantes es lo que provocó la génesis de la política, aunque estas actitudes en sí mismas no eran propiamente políticas, dado que no eran actitudes libres.

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La “libertad” tiene un doble sentido:
- Negativo: no ser dominado y no dominar.
- Positivo: Un espacio constituido entre iguales. Por ello, los poderosos y ricos del mundo tal vez sean felices y envidiados, pero no libres.

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El reverso equivalente de la libertad es la igualdad. Igualdad-libertad, que no igualdad-justicia. En la antigua Grecia la constitución libre era llamada isonomía, que nosotros solemos traducir por “igualdad ante la ley”. Mejor que esto, isonomía significa que todos tienen el mismo derecho a la actividad política y, preferentemente, a hablar unos con los otros (hablar y ser escuchado, hablar y escuchar). Polibio identificó isonomía con isegoría (“libertad de la palabra”) y las denominó a ambas isología (“libertad entre iguales”). Si alguien habla para ordenar y alguien escucha para obedecer, realmente ni se habla ni se escucha: estos actos no están dominados por el hablar, sino por el hacer. Los esclavos y los bárbaros eran aneu logou, no poseían la palabra, no hablaban libremente.
Con un tirano razonable, tal vez la ciudad mejore en muchos sentidos, pero el ágora queda desierta, los hombres libres son devueltos a sus hogares.

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Esto ultimo es válido más allá de la pólis. Las salas de reuniones pierden su sentido si quien detenta el poder es un tirano. Hoy día, tirano o tirana puede ser cualquiera, la ley también. ¡Cuántas salas de reuniones aparecen hoy vacías, sin sentido! Llenarlas obligatoriamente para nada (porque no hay nada de que hablar, porque sólo hay espacio para la queja o el pataleo) es la más humillante de las hipocresías.

431
La política no es necesaria, en el sentido de que pueden existir estados antipolíticos, es decir, no libres. De hecho la política ha sido durante la historia de los hombres algo raro.
La política empieza sólo donde terminan las necesidades materiales y la violencia física.

432
La política es sustituida por la historia universal. Cuanto menos espacio de libertad, más se engrandece la historia.

433
La historia puede verificar distintos significados de “ser libre”.

4331
Primer significado de “ser libre”: poder ir adonde se quiera. Primero, porque nadie te lo impide ni te lo puede impedir; y, segundo, porque puedes alejarte de tu familia, abandonarla.

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Si imaginamos una tribu prehistórica, no creo difícil concluir que sólo algunos podían disponer (disfrutar y sufrir) de este sentido de libertad. El resto de la tribu no sería libre y esto les evitaría padeceres, les cobijaría, porque dentro de la tribu uno está siempre amparado. Los libres serían los pocos audaces y valientes de la tribu. Tal vez los viejos, llegados a cierta edad o a determinado estado de incapacidad, también perderían este derecho.
La philopsychia es el amor a la vida propio de los sirvientes, de los esclavos, de los cobardes: el hombre libre se arriesga abandonando el hogar.

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Sólo es libre quien está dispuesto a arriesgar la vida. El espacio político se caracteriza por el atrevimiento y el peligro. La valentía es la primera de las virtudes políticas. Cuando nos adentramos en el espacio político, abandonamos nuestra existencia privada y dejamos de pertenecer a nuestra familia,

4341
La lógica política es la de la participación, la lógica privada la de la pertenencia. El dintel de hogar es la frontera que separa ambas lógicas.
Traspasar una frontera conlleva siempre un riesgo. El problema radica en aquellas fronteras que son invisibles: su invisibilidad no significa que no existan, sino sólo que muchos ingenuos o inocentes no las ven.

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Segundo significado de “ser libre”: poder hablar lo que se quiera con la garantía de ser escuchado por todos los iguales. Pero hablar todavía es hacer, hablar todavía es un acto.
“Habla para que sepamos que eres humano”.

435
Las grandes palabras contrarrestan las grandes derrotas.

4333
Tercer significado de “ser libre”: poder expresar las opiniones, poder escuchar las opiniones de los demás y poder ser escuchado. Mas hablar, escuchar y ser escuchado ya no son actos, son sólo hablar y escuchar o ser escuchado. Ésta es la libertad del espontáneo, que con sus ocurrencias comienza una nueva serie, pero mucho más superficial, en principio, que la serie surgida en la fase anterior.

436
Lo imprevisible y nuevo es lo político.

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El tercer sentido de “ser libre” tiene un inconveniente: necesita en mucha mayor medida que los dos sentidos anteriores, sobre todo que el primero, la presencia de los otros iguales: el acto que comienza es visible temprano o tarde, pero la palabra o la sugerencia no oída o no recordada realmente nunca se pronunciaron.

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Lo más destacable del tercer sentido de “ser libre” es la importancia de los otros, porque el diálogo inter pares es lo que hace que quien expone se esfuerce por defenderse de las objeciones, comprendiendo así mejor la exposición de su interlocutor y de sí mismo. En el diálogo inter pares nos salimos de nosotros mismos, dejamos de ser quien fuimos y más nos alejamos de él cuanto más hablamos. Igual que en la acción como comienzo: una vez comenzado algo, perdemos el control sobre ello, vemos cómo se va alejando de nosotros como se aleja de la costa un navío que hace sólo unos instantes estaba atracado en el muelle, junto a nosotros, con uno de nuestros pies apoyados en la pasarela: en él navega y se aleja, pues, parte de nuestro yo que ya no nos pertenece, que nunca, de hecho, nos perteneció, porque participaba del espacio político, del espacio compartido en libertad.

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El mundo sólo puede ser comprensible cuando intercambiamos nuestras perspectivas sobre él entre nosotros, los iguales. Hablar sobre el mundo es vivir en el mundo real. Hablar de la vida privada es una idiotez.

440
Los tres sentidos de “ser libre” son los tres sentidos de la política, porque libertad y política son dos términos diferentes que hacen referencia a lo mismo. La auténtica política no persigue el logro o la conquista de la libertad, sino que es el continuo ejercicio de ella.

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“Política exterior” son dos términos que no pueden aparecer juntos. La política sólo puede ocurrir en el mundo, en el espacio abierto y libre generado por los iguales.

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Sólo quienes prefieren el trato con pocos al trato con muchos (Parménides o Platón) o quienes consideran que dialogar no genera verdad, sino sólo mentira (los sofistas) son quienes realmente cuestionan el espacio político.

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Cuarto significado de “ser libre”: poder expresar lo que se quiera ante un reducido grupo de iguales al margen del resto, de la “masa ignorante”. Esta es la libertad de los pocos: Platón funda la Academia –un territorio acotado– con este fin: crea un espacio político elitista; dentro, pero separado del gran espacio político del estado.
Los libres de la pólis se liberaban del trabajo para ser libres, los libres de la Academia se liberaban del ágora para ser libres en su nuevo y reducido mundo.

443
Cuando la vida corre peligro, la política y la libertad se escinden dejando de significar lo mismo, porque la política comienza a defender la vida, recurriendo a la coacción, al dominio, a la violencia. Después de esto, reconquistar la libertad pasa a ser el objetivo de la política. Hoy entendemos así la política: el logro de la libertad. Esto es la degradación de la política.

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Quinto significado de “ser libre”: poder producir libremente en sociedad y sentirse seguro en el ámbito privado. Libertad y política se separan definitivamente. La libertad se reserva para lo privado y para la producción pública.

4336
Sexto significado de “ser libre”: poder tener participación en el gobierno. La política se ha convertido en el medio para alcanzar el fin último, la libertad.

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Séptimo significado de “ser libre”: sobrevivir. Éste último significado amenaza con suprimir la política.

444
Significados de “no-ser-libre”:
- Primero: estar sometidos a la cruda necesidad de la vida.
- Segundo: estar sometidos a la violencia de otro.

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En la Antigüedad, para ser libre uno tenía que ejercer violencia y coacción sobre otro u otros. Ahora el laborante no está sometido por la violencia o la coacción, sino por la necesidad de procurar conservar su vida. Esta necesidad ha suprimido y sustituido a la violencia. Pero, ¿qué es más soportable, la coacción y la violencia sobre el laborante o la necesidad de trabajar para conservar la vida?

446
El mundo político abierto entre los individuos de ahora no es el mundo de la libertad, sino el de la necesidad.

447
El ideal marxista del fin del estado o de la política no es una utopía, es algo escalofriantemente perverso.

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